sábado, 5 de septiembre de 2015

Vicious (V.E. Schwab) - Capítulo XII




XII
Hace dos días
El Hotel Esquire

Víctor escuchó cómo algo se rompía, y bajó la vista para encontrar que había apretado la copa demasiado fuerte, y había roto el cristal. Agarraba los fragmentos, con hilos de sangre corriendo por sus dedos. Abrió la mano, y los cristales rotos cayeron por la barandilla hacia los arbustos del restaurante del hotel, siete pisos abajo. Miró los fragmentos aun clavados en su palma.

No los sentía.

Víctor entró y fue hasta el lavabo, y se sacó los trozos más grandes de cristal de la mano, viéndolos relucir en la cuenca de acero inoxidable. Se sentía torpe, entumecido, incapaz de sacar los trozos más pequeños, así que cerró los ojos, respiró profundamente, y dejó que el dolor volviera. Pronto su mano empezó a arder, su palma cubierta de un dolor sordo que le ayudaba a determinar dónde el seguía firmemente clavado el cristal. Terminó de extraer las piezas, y se quedó observando su palma ensangrentada, olas superficiales de dolor ondeaban hacia su muñeca.

ExtraOrdinario.

La palabra que lo había empezado -arruinado, cambiado- todo.

Frunció el ceño, encendiendo sus nervios como se enciende un marcador. El dolor se aguzó, extendiéndose en un cosquilleo de agujas y alfileres que irradiaba toda su mano, por las yemas de los dedos y la parte superior. Volvió a encender el marcador y se contrajo de dolor mientras las agujas y alfileres se convertían en en una ola de dolor por todo su cuerpo, no sordo, sino afilado como cuchillos. Las manos de Víctor comenzaron a temblar pero él siguió, retorciendo el marcador en su mente hasta que ardía, se rompía, y se deshacía.

Se le doblaron las rodillas, y se agarró en al mostrador con la mano ensangrentada. El dolor se apagó como un fusible quemado, dejando a Víctor en la oscuridad. Se tranquilizó a si mismo. Aún sangraba, y sabía que debía usar el kit médico que habían traído del coche para Sydney; como tantas otras veces, Víctor deseó poder intercambiar sus habilidades con las de Eli.

Pero primero limpió la sangre de la encimera, y se sirvió otra copa.

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