domingo, 30 de agosto de 2015

Vicious (V.E. Schwab) - Capítulo IV




IV
Hace Diez Años
Universidad Lockland

-¿De verdad que no me vas a decir de que iba eso? -Preguntó Víctor mientras seguía a Eli a través de las enormes puertas dobles y dentro del Comedor Internacional de Lockland, mas comúnmente conocido como CIL.

Eli no contestó, mientras escaneaba el comedor en busca de Angie.

La estancia se asemejaba a un parque temático, en opinión de Víctor, todos los adornos triviales de una cafetería escondidos tras una fachada de plástico y yeso que estaban desproporcionados y fuera de lugar uno al lado del otro. Rodeando una fila de mesas del tamaño de un quad, once opciones de restaurantes, cada uno alardeando de diferentes menús en diferentes tipos de letra con diferente decoración. Por las puertas era un bistro, completo con una pequeña puerta baja seguido de una linea de espera. A su lado sonaba música italiana, varios hornos de pizza se abrían tras el mostrador. Al otro lado se situaban los sitios de comida Thai, China y Sushi en colores pastel, brillantes, básicos y tentadores. A su lado había una hamburguesería, una puesto de carne, una cocina de comida casera, una barra de ensaladas, una tienda de batidos, y una cafetería.

Angie Knight estaba sentada junto al restaurante italiano, enrollando pasta en su tenedor, sus rizos cobrizos le caían sobre los ojos mientras leía el libro que tenia bajo su bandeja. Un pequeño cosquilleo corrió a través de Víctor cuando la vio, la sensación voyeurista de ver a alguien antes de que te vea a ti, de poder simplemente observar. Pero el momento acabó cuando Eli la vio, también, y captó su mirada sin ninguna palabra. Eran como imanes, pensó Víctor, cada uno con su propia tracción. Lo mostraban cada día en clase, y por el campus, la gente siempre "flotaba" hacia ellos. Incluso Víctor sentía la atracción. Y entonces cuando se acercaban lo suficiente el uno al otro... bueno. Los brazos de Angie se echaron sobre cuello de Eli en un instante, sus labios perfectos contra él.

Víctor apartó la mirada, dándoles un momento de privacidad, lo cual era absurdo considerando que su muestra de cariño en público era bastante... pública. Una profesora miró por encima de su carpeta con papeles varias mesas atrás, arqueando una ceja antes de pasar una hoja con un sonoro "crack". Finalmente, Eli y Angie lograron despegarse del otro y ella saludó a Víctor con un abrazo, un gesto que era simple pero genuino, toda la calidez, pero nada de pasión.

Y eso estaba bien. No estaba enamorado de Angie Knight. No le pertenecía a él. Incluso aunque él la conoció primero, incluso aunque él había sido un imán para ella una vez, y ella había deambulado a su lado en el CIL en su primer año, y habían tomado batidos porque fuera seguía haciendo un calor infernal incluso en Septiembre, y su cara enrojecía de caminar, y la de él enrojecía por ella. Incluso aunque ella ni siquiera conocía a Eli hasta el segundo año cuando Víctor trajo a su compañero de habitación a sentarse con él en la cena porque le pareció bueno para el karma.

"Maldito karma", pensó mientras Angie se apartaba, y flotó de vuelta a su asiento.

Eli pidió sopa y Víctor compró comida china, los tres se sentaron entre el jaleo creciente de la entrada de restaurantes y comieron y hablaron de cosas sin importancia, incluso aunque Víctor quería averiguar desesperadamente por qué había escogido EOs como tesis. Pero Víctor sabia que no debía interrogarle delante de Angie. Angie Knight era una "fuerza". Un fuerza de piernas largas y el caso más severo de curiosidad que Víctor había encontrado jamás. Solo tenía veinte años, las mejores escuelas la habían codiciado desde que supo conducir, le habían dado una docena de cartas de negocios seguidas de una docena de ofertas y al igual que muchos seguimientos, sobornos sutiles o no tan sutiles, y aquí estaba ella, en Lockland. Había aceptado recientemente una oferta de una empresa de ingeniería, y una vez graduada sería la empleada más joven -y, Víctor apostó, la mas brillante- de la compañía. Ella no podía ni beber aún.

Además, juzgando por las miradas que le habían dado los demás alumnos a Eli cuando hizo la selección de su tesis, las palabras llegarían a ella pronto.

Finalmente, tras un almuerzo punteado con pausas y miradas de advertencia ocasionales de Eli, el timbre sonó y Angie se marchó a su siguiente clase. Ella ni siquiera debía tener una siguiente clase, pero había aceptado una adicional. Eli y Víctor se sentaron y observaron su nube de pelo rojo agitándose a lo lejos con toda la alegría de alguien que va a comer tarta, no a explorar la química forense o la eficacia mecánica o cualquier cosa que hubiera escogido como proyecto mascota esta vez.

O mejor dicho, Eli la observó irse, y Víctor le observó observarla, con algo retorciéndose en su estómago. No era solo que Eli le había robado a Angie a Víctor -eso ya era suficientemente malo- pero de alguna manera Angie le había robado a Eli, también. Al Eli más interesante, de todas formas. No al Eli de dientes perfectos y risa fácil, sino al que había debajo, reluciente y afilado, como cristales rotos. Era en esos trozos afilados que Víctor veía algo que reconocía. Algo peligroso y hambriento. Pero cuando Eli estaba con Angie, nunca lo mostraba. Era un novio modelo cuidadoso, atento, y aburrido, y Víctor se encontró a sí mismo buscando a su amigo en la estela de Angie, buscando signos de vida.

Pasaron unos cuantos minutos mientras la entrada de los restaurantes se despejaba y se llenaba, y entonces Víctor perdió la paciencia y le dio una patada a Eli bajo la mesa de madera. Sus ojos se alzaron lentamente, vagando por su comida.

-¿Si?

-¿Por qué EOs?

La cara de Eli, lentamente, muy lentamente, comenzó a aclararse, y Víctor sintió que su pecho se aflojaba de alivio mientras el lado más oscuro de Eli salía a la vista.

-¿Crees en ellos? -Preguntó Eli, dibujando patrones en lo que quedaba de su sopa.

Víctor vaciló, masticando un trozo de pollo al limón. EO. ExtraOrdinario. Había escuchado sobre ellos, de la forma en la que la gente se enteraba de cualquier fenómeno, de creyentes y la exposición ocasional donde unos "expertos" analizan vídeos de mala calidad en los que un hombre levanta un coche o una mujer se envolvía en fuego sin quemarse. Escuchar sobre los EOs y creer en los EOs eran cosas muy diferentes, y por el tono de Eli no podía determinar a que campo se refería. No sabía cual era la respuesta que quería Eli, tampoco, lo que hizo infinitamente mas difícil responder.

-Bueno -Puntuó Eli-, ¿crees en ellos?

-No lo se -Dijo Eli ciertamente-, si es una cuestión de creencia...

-Todo comienza con creencia. -Opuso Eli- Con fe.

Víctor se encogió. Era un bache en la idea que tenía de Eli, la confianza en la religión. Víctor intentaba pasarlo por alto lo mejor que pudo, pero era una pega constante en sus conversaciones. Eli debió haber sentido que la discordancia.

-Con curiosidad, entonces -Enmendó él-. ¿Nunca te preguntas nada?

Víctor sentía curiosidad por muchas cosas. Se preguntaba por él mismo (si era un desperdicio, o especial, o mejor, o peor) y sobre otras personas (si todos eran realmente tan estúpidos como parecían). Se preguntaba sobre Angie -qué pasaría si le decía cómo se sentía, cómo sería si ella lo eligiese a él. Se preguntaba sobre la vida, y la gente, y la ciencia, y la magia, y Dios, y si creía en alguno de ellos.

-Lo hago -Dijo lentamente.

-Bueno, cuando te preguntas algo -Dijo Eli-, ¿no significa eso que parte de ti quiere creer en ello? Yo pienso que queremos demostrar cosas, en la vida, más que refutarlas. Queremos "creer".

-Y tu quieres creer en súper-héroes. -La voz de Víctor estaba cuidadosamente provista de criterio, pero no podía contener la sonrisa que crecía en su cara. Esperaba que Eli no se ofendiera, que lo viera simplemente como buen humor -frivolidad, no mofa- pero no lo hizo. Puso mala cara de repente.

-Genial, si, es estúpido, ¿verdad? Me has cogido. No me importaba una mierda la tesis. Solo quería ver si Lyne me dejaría seguir adelante con ello. -Dijo él, con una sonrisa hueca y se levantaba apoyándose en la mesa- Eso es todo.

-Espera -Dijo Víctor- Eso no es todo.

-Eso es "todo".

Eli se giró, vacío su bandeja, y se retiró sin que Víctor pudiera decir nada más.

***

Víctor siempre llevaba un Sharpie en su bolsillo trasero.

Mientras vagaba por los pasillos de la biblioteca en busca de libros para empezar su tesis, sus dedos hormiguearon al sacarlo. La conversación fallida con Eli le había trastocado, y anhelaba encontrar la calma, la paz, su estado Zen, tachando lentamente las palabras de alguien. Consiguió llegar a la sección de medicina sin ningún incidente, añadiendo un libro del sistema nervioso humano a otro que ya había cogido sobre psicología. Tras encontrar unos cuantos textos pequeños de glándulas suprarrenales y los impulsos humanos, comprobó, con cuidado de mantener las yemas de sus dedos -permanentemente manchadas de sus proyectos de arte- escondidas en sus bolsillos o bajo el borde del mostrador mientras el bibliotecario revisaba los libros. Había habido algunas quejas durante su estancia en Lockland sobre libros que habían sido "vandalizados", si no directamente "arruinados". El bibliotecario lo miró por encima del montón como si sus crímenes estuvieran grabados en su cara en lugar de en sus dedos, antes de escanear finalmente los libros y devolvérselos.

De vuelta en el apartamento de la universidad que compartía con Eli, Víctor hizo la maleta. Se arrodilló en su cama y deslizó el libro de auto-ayuda tachado por una estantería baja, silenciosamente satisfecho de que no hubieran llamado a ninguno de ellos para devolverlo. Los libros sobre adrenalina que dejó en su mesa. Escuchó la puerta principal abrirse y cerrarse y vagó por el salón varios minutos tras encontrar a Eli tirado en el sofá. Había dejado una pila de libros e impresos grapados sobre la mesa de café de madera, pero cuando vio a Víctor llegar, cogió una revista en su lugar y comenzó a pasar las hojas, fingiendo aburrirse. Los libros de la mesa iban desde la función cerebral bajo estrés, hasta la voluntad humana, anatomía, respuestas psicosomáticas... pero los impresos eran diferentes. Víctor cogió uno de ellos y se hundió en una silla para leerlo. Eli frunció el ceño ligeramente mientras lo hacia, pero no le detuvo. Los impresos eran capturas de páginas Web, chats, foros. Nunca valdrían como fuentes admisibles.

-Dime la verdad -Dijo Víctor, lanzando las hojas de nuevo a la mesa entre ellos.

-¿Sobre qué? -Dijo Eli distraídamente. Víctor lo miró fijamente, sus ojos azules no parpadeaban, hasta que finalmente Eli dejó la revista a un lado, se incorporó, y se giró, poniendo los pies en el suelo de manera que reflejara la posición de Víctor.- Porque pienso que podrían ser reales. -Dijo él-. "Podrían" -Enfatizó.- Pero estoy dispuesto a considerar la posibilidad.

Víctor se sorprendió ante la sinceridad en la voz de su amigo.

-Continúa -Dijo, ofreciendo su mejor cara de "confía en mí".

Eli pasó los dedos sobre la pila de libros.

-Intenta verlo de esta forma. En los cómics los héroes se hacen de dos formas. Natural o artificial. Tienes a Superman, que nació así, y a Spiderman, que se convirtió en eso. ¿Me sigues?

-Te sigo.

-Si haces aunque sea una búsqueda superficial de los EOs en la Web -hizo un gesto hacia los impresos-, encuentras el mismo dilema. Algunas personas demandan que los EOs nacen ExtraOrdinarios, y otros sugieren cosas desde sustancias radiactivas e insectos venenosos hasta cosas aleatorias. Digamos que consigues encontrar a un EO, así que tienes la prueba de que "existen", la pregunta se convierte en cómo. ¿Nacen? ¿O se convierten?

Víctor observó la manera en que los ojos de Eli adquirían brillo cuando hablaba de los EOs, y el cambio en su tono -grave, más urgente- unido a sus músculos de su cara que se movían nerviosamente mientras intentaba disimular la emoción. El entusiasmo se asomaba por las comisuras de su boca, la fascinación en sus ojos, la energía en su mandíbula. Víctor observó a su amigo, hipnotizado por la transformación. Él mismo podría imitar cualquier emoción y dejarla pasar como él, pero imitar era ir muy lejos, y sabia que nunca podría igualar este... fervor. Ni siquiera lo intentó. En su lugar mantuvo la calma, escuchó, con los ojos atentos y reverentes para no desalentar a Eli, para que no se marchara.

La última cosa que Víctor quería era que se marchara. Le había costado cerca de dos años de relación romper la encantadora y dulce tapadera y descubrir lo que Víctor siempre supo que acechaba debajo. Y ahora, encorvado sobre una mesa de café llena de imágenes de baja resolución de sitios web cuyos propietarios eran hombres adultos que aún vivían con sus padres, era como si Eliot Cardale hubiera encontrado a Dios. Incluso algo mejor, como si hubiera encontrado a Dios y lo quisiera mantener en secreto pero no pudiera. Brillaba en su piel como si fuera luz.

-Entonces -Dijo Víctor lentamente-, asumamos que los EOs existen. Tú vas a descubrir el "cómo".

Eli le ofreció la clase de sonrisa que un líder culto codiciaría.

-Esa es la idea.

1 comentario:

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